MANUEL MURIAS GONZÁLEZ

(Manolo de Venturo)

(In Memoriam)

Nota Previa In Memoriam Adiós a un amigo
17 DE MAYO DE 2009: VII CROSS ESCOLAR MEMORIAL MANUEL MURIAS

                     

 

  NOTA PREVIA:

Manolo falleció el 14 de julio de 2008. (q.e.p.d.)

Él es el diseñador de esta página web, a la que trataba con mucho mimo y dedicación, procurando actualizarla y darle un formato agradable, así como contenidos de interés tanto para los habitantes de Villayón como para los que habiendo nacido allí nos encontramos dispersos por los distintos lugares de la tierra.

Intentaré dar continuidad a su página (seguro que más imperfecta), pero con el mismo mimo y como homenaje a su persona

(José María Murias González)

 

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MANUEL MURIAS GONZÁLEZ

Nace en Trabada el 23 de abril de 1943, en la casa de Venturo, hijo de José María Murias Fernández y de Obdulia González Pérez y falleció en Avilés el 14 de julio de 2008. (q.e.p.d.)

Asiste a la Escuela de Trabada en la que prepara examen de ingreso al bachiller elemental con D. José María Rodríguez Arias, “El Maestro” e ingresa a los 11 años en el Seminario de Covadonga. Allí hace los dos primeros cursos, continuando en el seminario de Oviedo hasta quinto de bachiller, y sin terminar el curso, decide dejar el seminario y emprender otro camino.

Después de un breve período de estancia en el pueblo ayudando en las labores del campo se incorpora a la aventura propia de la época, la emigración, en este caso a Madrid. Rondan los años difíciles de los 60 y los salarios son muy bajos, la hostelería muy agotadora y el desarraigo, a pesar de ser acogido por la familia de una tía materna, Carlota, decide regresar al pueblo para atender la casería mientras el hermano mayor, Ricardo, hace el servicio militar.

En el curso 1963-1964 prepara  4º de bachiller y reválida con el maestro (el bachiller del seminario no estaba homologado con el oficial y tuvo que perder un año de los aprobados).

Se examina con éxito en el Instituto Carreño Miranda de Avilés, logrando el bachiller elemental y la reválida de 4º.

Con esta titulación exigida hace la prueba de acceso y comienza a estudiar magisterio en la Escuela Normal de Oviedo, hospedado en casa de Lolina y apoyándose con clases particulares para contribuir a los gastos.

En el transcurso de este período, cuando regresaba al pueblo participaba en las variadas actividades que se realizaban a poyando a D. Manuel, el párroco,  en la creación del primer “Teleclub”, en los locales del bajo de la Rectoral de Ponticiella en donde pudimos celebrar la victoria de la selección española de fútbol en el Europeo de 1964 con  el mítico gol de Marcelino a Rusia.

Asimismo colabora en la ampliación del pequeño campo de las virtudes en donde jugábamos, casi entre los pinos, que por arte de magia, en las noches de verano, a aquellos propietarios que no cedían el terreno voluntariamente se les iban cayendo los pinos para hacer más grande el campo.

D. Manuel Fernández, el párroco, apoya a todos aquellos chavales cuya única diversión eran las fiestas de los pueblos y pegar patadas a un balón de cuero, atado con cordón para poder arreglar los pinchazos o cambiar la cámara si teníamos dinero para comprar una nueva.

Con el apoyo de D. Manuel logramos hacer un campo casi reglamentario, a mano, y jugar partidos de competición contra Arbón, Villayón, Castrillón… Era muy emocionante, hasta habíamos hecho porterías y en las tardes de los domingos, cansados de trabajar en la hierba o en otros menesteres la afición acudía en masa y con gran entusiasmo a ver los partidos.

Esta labor inicial en Las Virtudes, allá por la década de los 60,  junto con el cese del terreno necesario por parte de los dueños de los montes, fue el pergeño de lo que más tarde sería, impulsado por los emigrantes que en su día habían hecho  el esfuerzo original, “El área recreativa de Las Virtudes”, de cuyas actividades se da cumplida información en esta página.

Manolo saca puntual y brillantemente el título de “Maestro de Primera Enseñanza”y hace las prácticas en el Colegio Auseva de Oviedo, aprobando también en ese curso las oposiciones al cuerpo del Magisterio Español.

En el curso 67-68 queda libre la plaza de la Fundación “Manuel Junceda de Valdedo” (Villalón) y accede a este trabajo durante dos cursos, período en el que intensifica el trabajo académico en la Escuela de Valdedo, dando clases a un grupo muy elevado de alumnos no solo en el horario lectivo sino también en las clases particulares, al estilo del que había sido aquel otro maestro de su infancia, D. José María.

Es el período de la juventud vitalista en la que casi pierde la vida en su moto Derbi 125 con la que voló unos 25 metros con Rafael de Xuana detrás en la curva que sale de Loredo a Ponticiella. Fue sólo un susto pero muy grande.

 

Es el período de los noviazgos y del amor, cortejando a quien pronto sería su mujer, una de las chavalas más guapas del contorno, Rosina, María del Rosario Fernández Pérez, de casa Mojardín de Trabada, con quien se casó en el año 1968.

Era el período del 600, y Manolo compró un 600 blanco, de dos puertas, creo que era el primero que compraba un residente en la parroquia y uno de los primeros del concejo, tenía el Nº de matrícula O-118.140. ¿?

Era el período de la explosión demográfica en Avilés y del crecimiento de los puestos de trabajo por lo que deciden, no sin dolor porque el ayuntamiento y la Fundación les habían acondicionado casa en las Escuelas de Valdedo,  tomar una decisión: concursar.

Es así como pasa a ejercer en Avilés, empezando por La Carriona, primero en la carriona Vieja y después en la Pedrisca, con casa vivienda porque en aquellos tiempos los sueldos de los maestros eran muy bajos, y sin casa oficial habría que apretarse mucho el cinturón. Allí hace muchos y buenos amigos que perduraron en el tiempo y estableció buena relación con los alumnos que en cualquier lugar o trabajo encontraba: “Usted fue mi maestro en La Carriona”

Más tarde pasa a residir con su familia a la C/ Vadés Salas y se traslada al C. P. Palacio Valdés en donde ejerce hasta su prejubilación en el año 2004, posteriormente jubilado, en el año 2008, año en el que fallece inesperadamente porque su corazón no aguantó más.

Como profesor, tal como escribió en la revista del colegio con motivo de su prejubilación, le tocó la mayor de las transformaciones de medios pedagógicos de la enseñanza en la historia de España: “Del encerado, pupitre  y cartabón a las nuevas tecnologías”.

Supo ponerse al día en este terreno de las modificaciones académicas ejerciendo de secretario del colegio durante largos años previos a su prejubilación y en el que se sintió muy querido y apoyado dando, a su vez, lo mejor de sí mismo al servicio del colegio, de la enseñanza, con premura, sin descanso,  y de los alumnos que con frecuencia le paraban en la calle como reconocimiento a su estima.

Participó en múltiples cursos de formación en el CEP y en otros organismos de historia, de lengua, de pretecnología, de medios audiovisuales, de informática, en donde encontró un cauce más de realización a su espíritu siempre inquieto en la búsqueda de lo nuevo, convirtiéndose en un doméstico permanente aprendiz de las nuevas tecnologías relativas al software.

En su vida política militó en UGT y en el PSOE, formando parte en una ocasión de las listas de concejales al Ayuntamiento de Avilés y participando en los actos internos y públicos del partido, con la ilusión puesta en que las bases de un socialismo humano, de signo igualitario, respetuoso y creativo fuera el cauce de convivencia y de organización de la sociedad. Impulsivo en sus expresiones si percibía que la cosa pública no iba linealmente dirigida a los principios de justicia, paz, igualdad y verdad, pero siempre dispuesto a arrimar el hombro y empujar la historia hacia la libertad.

Sus dotes creativas e imaginativas no se circunscribieron a la informática y telemática, sino que se extendieron a otros campos, al bricolage, inventando relojes de madera o máquinas de hacer chorizos sin necesidad de manivela, o asador de castañas con el tambor de una lavadora y el motor de cualquier artilugio, a la horticultura, cruzando semillas y flores, injertando manzanos y perales, produciendo frutos exóticos en u huerto de Altamira, a la decoración y albañilería, usando cualquier pieza para crear un espacio agradable al que le gustaba invitar a los amigos y familiares y sentarse debajo de la figal o del manzano jugando y enredando con los niños.

Se interesó mucho en el trabajo y producto final de las abejas, de las que debió heredar el espíritu constructivo y organizativo, formando parte de Hapica, y siendo su presidente de la hermandad de apicultura en Avilés hasta el momento de su fallecimiento.

Le caracterizó un determinado gracejo en las relaciones sociales, vecinales, de proximidad, que con facilidad le arrancaban a entonar alguna asturianada o a contar algún chiste, que, junto con el doble sentido de sus expresiones provocaba el límite, pero sin llegar a la herida sino al encuentro. Con sus amigos fue muy fiel, agradecido y sensible a sus tristezas y alegrías.

Y por encima de todo:

Su amor,  Rosina, que fue su apoyo, su compañera, su esposa, su estabilidad y la fuerza de su incisiva actividad.

Su fruto amado, la hija  María José, el motivo y motor de sus inquietudes poniendo en ella las expectativas de bien integral y que siempre respondió con cariño y sensibilidad, casada con Carlos María Sierra, le dieron a él y a Rosina un gran regalo:

La niña de sus ojos en los 8 últimos años de su vida: Álvaro, el nieto, el nietísimo del que tanto presumía, que tanto quería, y que tanto sigue queriendo, porque el amor era mutuo.

Cuando sus padres le transmitieron la triste noticia de su fallecimiento yo le encontré y le dije: “Ahora seré yo tu abuelo”. “No, me contestó, a los abuelos no les  sustituye”.

“Bien, Álvaro, le dijo, entonces sólo para las confidencias”.

“Vale”, me contestó.

José María, el hermano pequeño.

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Adiós a un amigo

01.08.08 – El Comercio La Voz de Avilés

Horacio Fernández

Prefiero las despedidas a la francesa porque son más espontáneas, mucho más cuando el adiós es a un amigo que se ha ido. Fue el pasado 14 de julio, cuando nos dejó Manuel Murias González a sus jóvenes 65 años.

Otro amigo, vecino de Villalegre, lloró con lágrimas en los ojos sobre mi hombro derecho y me dijo eso, que se nos había marchado un amigo. Ese amigo de sonrisa permanente, relajado, tranquilo, que siempre veía todo en positivo. Fue maestro de verdad, de auténtica vocación, en el colegio Palacio Valdés, donde se desvivió durante 36 años como docente y como secretario del centro de enseñanza. Se jubiló de su amada profesión en el año 2004 y dejó escritos sus principios en la revista del colegio y en una entrevista que le hice y que fue publicada por este periódico en junio de ese mismo año.

Le preocupaba, a punto de jubilarse, que entre la juventud primase la ley del mínimo esfuerzo a causa de los modelos y referencias que se les ofrecen a niños y jóvenes. La tarea del profesor y de la escuela es educar en valores como la tolerancia, la libertad y la paz, sentenciaba. Educar, me decía con su tranquila sonrisa permanente, es una tarea laboriosa, constante y exigente.

La sabiduría de sus palabras, de sus principios, provenía de haber vivido, con la misma intensidad, la época de la escuela con pupitre, cartabón, pizarra y mapamundi hasta llegar a la actual de las nuevas tecnologías, con una página web personal y otra que creó para el colegio, además del programa que instaló en los ordenadores del colegio para llevar con orden los estados económicos que hay que presentar al Principado.

Se nos ha ido un amigo, y hablo en nombre de varias personas que todavía no nos hemos recuperado de esa pérdida.

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