LAS VIRTUDES 2016

 

1. Pregón en el día de las Virtudes

2. La Parpayega:

Toponimia del Concejo

Vestigios siderúrgicos

El hijo que se fue

3. Algunas fotos

 

 

PREGÓN VIRGEN DE LAS VIRTUDES. 20 AGOSTO DE 2016

María Isabel Méndez Ramos

Alcaldesa de Las Regueras

Buenos días a todos amigos y amigas de Las Virtudes, familiares, visitantes en general.

Hace unos meses la Presidenta de la Asociación Virgen de las Virtudes me propuso ser la pregonera de esta XXVIII edición. Francamente, me sorprendió tan estimable invitación, cuestionándome si sería la persona idónea para ello. Después de hacérselo saber, ante su insistencia, no pude negarme, pero vayan por delante unas estrofas de las muchas coplas de Jorge Cafrune que refleja fielmente lo que sentí.

“Yo vengo de muy abajo / y muy arriba no estoy / al pobre mi canto doy / y así lo paso contento/ porque estoy en mi elemento / y valgo por lo que soy”

El ejemplar trabajo desarrollado a lo largo de estos años hace necesario tener un reconocimiento, en primer lugar, para los miembros de aquella Junta Directiva de la asociación Cultural Virgen de las Virtudes, que allá por los años 88-89 pusieron en marcha esta fiesta del encuentro. También para los que formasteis parte de las sucesivas directivas, y a la actual por recoger el testigo y seguir con esta aventura a la que estoy segura le queda mucho futuro.

Y aunque el futuro es vuestro, jóvenes, generaciones venideras, los que peinamos canas (aunque en algunos no se note) hemos vivido unos años no tan lejanos en el tiempo,  pero si muy distantes en la forma de vida que me gustaría recordar. En mi infancia y adolescencia el Whatsapp no era otro que el caballo en el que cabalgábamos para ir a llevar el mensaje a quien fuera necesario avisar, por ejemplo, la muerte de un familiar. O la sábana blanca en la ventana, señal de que se iba a hacer la mayega. El Facebook por el que hoy nos enteramos prácticamente de la vida de los demás y de los más destacados eventos, eran las fuentes y los lavaderos, lugares concurridos de reunión y lavandería de época, donde te ponías al día de lo sucedido en la comarca. El Parque Principado venía a los pueblos desde Navelgas, Grandas o Ponticiella.

Así, se adquiría la ropa para las fiestas, los relojes, los pendientes, sobre todo para las niñas cuando nacían, y otros accesorios. Los míticos Quintín y Antonio, eran los vendedores y los que traían la moda. Las joyas venían de Grandas de Salime y el reparador de relojes de Ponticiella.

Como olvidar aquellos bares-tienda-almacén, en definitiva, comercios en los que podías encontrar desde la piedra para afilar la guadaña, hasta 100 gramos de malta o ¼ de café, incluso el carburo para el candil. A la vez que hacían de salón de baile para las bodas, y más delante de tele-club y local social, donde se disfrutaba de las partidas de cartas, el vaso de vino o la copa de sol y sombra.

¡La Escuela! Entonces íbamos todos a una clase con una sola profesora. Caminábamos largas distancias, sobre todo los que no teníamos la suerte de tenerla cerca, muy lejos de las actuales flotas de autobuses que con sus cuidadoras llevan hoy a los niños al colegio.

Y fuimos creciendo con estas condiciones de vida tan humildes y sencillas, pero tan ricas en otros valores, ya que nuestros padres, abuelos y familia se desvelaban por darnos lo mejor: cariño infinito y atención, sobre todo cuando estábamos enfermos, con los remedios caseros que conocían y disponían. Con todos estos mimbres se fraguo la infancia de los que así éramos en los años 60- 70. Por aquel entonces se soñaba con instalarse de mayor en Madrid, en Barcelona o incluso en Suiza. Abandonar el pueblo y volver a pasar las vacaciones en verano.

Remitir por Navidad el cajón con turrón y mazapanes para los de casa, imitando así a los que por aquellos tiempos lo hacían. A cambio, los que se habían ido recibían un par de meses más tarde la prueba de la matanza. No sé si todos anhelábamos lo mismo, pero la realidad es que por aquel entonces el éxodo a los pueblos fue notable, quedando caserías incluso sin el mayorazo, que en otros tiempos se respetaba con mucho celo. Así, a día de hoy, por esto y también por otros factores, estamos llegando al desdoblamiento de muchas zonas rurales, perdiendo prácticamente nuestras raíces.

Yo era una de esas personas que soñaba con irme lejos, pero cada uno dicen que tiene su destino, y el mío estaba a 110 km. en Las Regueras, donde vivo desde hace 35 años. Y aunque en un principio las circunstancias de la vida no me permitieron volver el mes de vacaciones, ni hacer las visitas que yo deseaba, anhelaba el contacto con mi gente, con mis parroquianos. Por ello, en cuanto tuve la oportunidad quise participar en actos, fiestas, intercambios culturales.

Desde mi posición de concejala de Servicios Sociales en Las Regueras, empecé a acercarme a mi patria chica, trayendo conmigo a mis nuevos vecinos en un intento por hermanar mis orígenes y mi nueva vida. Por supuesto, también hice lo posible para que los de aquí no visitaran, ya sea para una jornada de convivencia con la asociación de Mujeres El Orbayu, o para nuestro certamen de la Castaña Valduna, allá por noviembre.

Venimos a la feria de Los Santos o a pasar el día con la asociación de Mujeres Virgen de los Dolores.

Varias fueron las ocasiones en las que los de Las Regueras se acercaron a Villayón atraídos por la magia de la bruja, por la buena gastronomía o por el valor cultural de las actividades que tienen lugar con motivo de las jornadas de Polavilla, y como no podía ser menos, por esta fantástica fiesta de Las Virtudes. El primer viaje a esta romería fue organizado por la asociación de vecinos de Bolgues a la que pertenezco, y como nos marchamos con buenas impresiones, las ganas de repetir se sucedieron año tras año y a partir de entonces los de Las Regueras seguimos viniendo.

Ahora se une nuestro coro, que con máximo gusto nos ofrece unos cantos para enriquecer musicalmente esta fiesta.

No hay duda de que el éxito se debe al buen hacer de los organizadores de este encuentro que se desvelan en preparar las múltiples actividades dirigidas a todos los públicos.

Que grato el encuentro en este día con nuestros familiares y amigos de siempre, compartir la paella, el jamón mientras charlamos y disfrutamos de una entrañable jornada festiva. Las Virtudes se convierte en la excusa perfecta para volver a reencontrarnos, teniendo la oportunidad de vivir momentos entrañables que formarán parte de los más bellos recuerdos de nuestra vida.

Aprovechamos la paz y tranquilidad que os ofrecen nuestros pueblos, algo por otro lado, tan necesario en tiempos tan convulsos como los actuales. Parece que el regreso a los entornos rurales se está poniendo de moda y eso me gusta, es una vuelta con Internet, si y con muchas más comodidades de las que antes se disfrutaba. Pero siempre estará el entorno idílico de nuestras cascadas de Oneta y de Méxica, esperándonos, o el Dolmen de Barandón, las tranquilas aguas del Navia remansadas por el salto de Arbón, La Sierra  del Zaporrel, el monte Los Cándanos, El mirador del Pico Villayón, La cueva del Pimpano y un largo etc. de rincones perdidos, pero no olvidados. Y sobre todo los mejores valores para guiar nuestra vida: la sinceridad, el agradecimiento, la ayuda, la buena vecindad.

Disculpen si mi pregón resulta un tanto extenso, pero son muchas las cosas buenas de Villayón y de sus gentes.

Va llegando el momento de la despedida, pero yo solo pienso en un “hasta la próxima”.

Y solo me resta para concluir, dar la aprobación a estas fiestas de Las Virtudes 2016 deseando que bebamos vino y lo podamos pagar ¡Que no se queme la paella! Que el Clero haga la vista gorda y permita que los mozos y mozas pequen y se diviertan. Que no se critique a quien hace posible las fiestas y mucho menos a la pregonera, y que el derroche de alegría no altere la prima de riesgo.

Muchas gracias a todos y aquí tenéis una amiga.

¡Viva la Virgen de las Virtudes!

¡Viva los villayonenses y todos los presentes!

 

(Las Virtudes, 20 de agosto de 2016)

 

 

1. LA TOPONIMIA  EL PORQUÉ DE LOS NOMBRES DEL CONCEJO DE VILLAYÓN

El nombre de los lugares no es casual. En algunas ocasiones se debe a los accidentes geográficos que conforman el paisaje, en otras a la actividad realizada en ellas, e incluso puede deberse a algún vecino destacado. De esto se encarga el estudio de la toponimia. A continuación, relataremos el porqué de los nombres de algunos pueblos de nuestro Concejo, en su forma tradicional que esperamos sea oficial próximamente.

Comencemos así refiriéndonos a los topónimos que describen una vegetación característica del pueblo a la hora de nombrarlo como pueden ser LOS ABRUNEIROS, derivado del árbol frutal ‘bruno’ del que se extrae la ciruela, CASTAEDO y CASTAÑEIRA, proveniente del castaño, LA FULGUEIROSA, que viene a decirnos que es un terreno propenso al helecho o 'fuleto', LLOUREDO, referente al árbol del laurel o conjunto de laureles, o EL BIDURAL, que viene del abedul.

Algo que no podría faltar es la referencia al “agua” tan característica del concejo de Villayón con ejemplos como AUGUAMAROZA, que se traduciría por ‘agua amarga’, nombre por el que incluso aparece en documentos antiguos, EL COUZ, viene de cauce de aguas, ONETA  derivado de ONNO “corriente de agua” una palabra de origen prerromano que encontramos en otros topónimos a nivel asturiano como por ejemplo Cangas de Onís, o RIBALAGUA, ribera del agua o la parte de arriba del agua o de la corriente que define a este pueblo ribereño del río Navia.

También nos encontramos con topónimos de origen antropónimo, es decir referentes a personas, ya fuera a santos, como SAN CRITUOBU o SAN POLAYO, o a algún posible antiguo vecino, como se cree que sería MARTINTOURIN.

El busto es la costumbre de ganar nuevos terrenos al monte a través de la quema. En estos terrenos quemados se establecieron nuevos pastos pero también algunas poblaciones, según desprende por su prefijo, como BUSMENTE, BUSTALFOYÁU (busto abundante en hoja) o BUSMAYOR.

La linde o límite, se encontraría impreso en varios pueblos del concejo como en L.LANDELFORNU, LLANDIQUINTÁ o BUL.LIMEIRO, este último con la referencia al “busto” antes mencionado, haciendo referencia al límite de los nuevos pastos ganados al monte.

Hay pueblos cuyo nombre deriva de ciertas características del terreno donde se hallan. Así, es posible encontrarnos topónimos como POXOS, derivada del latín ‘podium’, significa altura, dando a entender que se trata de un lugar alto y visible, LOS L.LAGOS, del que sería fácil pensar que proviene del lago como depósito del agua, pero por las condiciones del terreno podría pensarse que se deriva de la palabra latina ‘latum’ que se traduciría por ancho y que se podría ajustar más a las características del terreno, LAS BERRUGAS, del latín “verrucan”, significa altura escarpada de un monte, o LAS CARCOBAS que encuentran su significado en la cárcava, es decir zanja o foso que en su día servían para delimitar terrenos. Algunos describen metafóricamente ciertas características del pueblo como LA RIESTRE que definiría la disposición de las casas en hilera como una “riestra”, o EL SEL.LÓN, que sería una descripción de este pueblo dando a entender forma de “silla”, al tener una vega al final de un terreno escarpado. Además, encontramos unas cuantas referencias al valle como en el pueblo del mismo nombre (VALLE), en VALBONA o en VALDEDO.

También, aparecen referencias a las actividades agropecuarias como en ARBÓN derivado área de terreno o de campo pero en el que la finalización en “-ón” sería un aumentativo dando a entender que se trata de un campo grande; EIRIAS, división de la finca o la era en porciones más pequeñas destinadas al cultivo de hortalizas; TRABADA referido a la tabla, queriendo decir que está “cubierto de planchas” adjetivo aplicado metafóricamente a un terreno liso y separado en hazas, en forma rectangular y dedicado al cultivo; PARL.LEIRU: viene de junto o “a la par” del eiro; LLANTEIRO que vendría del verbo “plantar”; o GRAS derivado de grana que hace mención a la semilla de los alimentos. Incluso existen algunos topónimos que nos dirían que cultivos eran los característicos como en A CANDAOSA, AS CANDAOSAS, LA CANDANOSA que aunque derivan del latín calde (blanco), pueden referirse al adjetivo “candeal” descriptivo de aquel tipo de trigo del que se produce una harina blanca de especial calidad, o L.LIERA que se debe al cultivo del lino utilizado en la confección de textil. Fuera de la agricultura encontramos BRAÑUAS que hace referencia a la “braña”, esa aldea de alta montaña a la que los vaqueiros llevaban sus rebaños en verano (brano) y también se hace mención a las que eran, durante la Edad Media, zonas apropiadas para la recría de azores, aves utilizadas para la caza mediante la técnica de la cetrería, tal y como se observa en L’AZUREIRA y L’AZOREIRINA.

Por otro lado, las construcciones también es posible encontrarlas reflejadas en pueblos como PONTICIELLA, que hace referencia a un puente desconocido, no así como LAS MURIAS que en su referencia plural de muro, como es el caso, puede aludir a restos de construcciones derruidas como el cercano Castro de Iyaso.

Finalmente, el estudio de la toponimia también definiría nombres como “pruida”, “sella”, “outeiro”, “senra”, etc. que abundan a lo largo del concejo, lo que nos da a entender que estas denominaciones no son producto del azar y al mismo tiempo nos ayuda a conocer un poco más nuestro concejo de Villayón.

 

A. de R.

2.  VESTIGIOS SIDERURGICOS EN EL CONCEJO DE VILLAYON

 

 

   El conocimiento de la metalurgia del hierro llegó a la Península Ibérica a través de los colonos invasores, Tartesos, Iberos y Celtas hacia el 800 a.C. pero su uso y fabricación no se generalizó hasta el s.IV a.C. o lo que es lo mismo, a partir de la 2ª edad del hierro época conocida como la protohistoria, finales de la prehistoria y los albores de la historia escrita, etapa esta última que comienza con la llegada de otros pueblos invasores que ya conocían la escritura y colonizaron parte de la Península acelerando su desarrollo cultural, estos pueblos fueron los Fenicios, Griegos y Cartagineses.

   Situado ya en el tiempo el origen de la producción del hierro vamos a centrarnos ahora en el desarrollo de un proceso más moderno que, entre otros muchos lugares de la Península ha tenido también incidencia en territorio de lo que hoy es el concejo de Villayón. Para ello habremos de ubicarnos, cronológicamente hablando, entre los siglos XIII y XVI de nuestra era, época en la que estaremos asistiendo de la primitiva siderurgia con la aparición de las primeras “ferrerías”.

   Eran las ferrerías talleres donde se beneficiaba el material de hierro reduciéndolo a metal para posteriormente darle la forma deseada. Las más primitivas se las denominaba de altura o de viento y se instalaban a media ladera para aprovechar que las corrientes de viento facilitasen la combustión. Su estructura consistía básicamente en un horno circular a modo de crisol, llamado hogar o regazal, semienterrado de unos tres metros de altura y un metro de diámetro con muros de piedras labradas de no menos de 30 cm. de espesor recubiertas en su parte interior con arcillas de alto poder refractario, con un orificio en la parte inferior orientado a aprovechar el viento y por el que se extrae el metal y las escorias.

   Su emplazamiento se hacía atendiendo a dos necesidades fundamentales: la proximidad a los veneros de mineral que generalmente se encontraban en lugares altos y la otra la cercanía a zonas boscosas para poder asegurar el abastecimiento de carbón vegetal necesario en grandes cantidades, como veremos más adelante.

   Con el tiempo, unos dos siglos más tarde desde su origen, estas instalaciones se trasladaron de la zona media-alta de las laderas a las orillas de los ríos, siendo dos los motivos que obligaron a ello: el primero porque cuando el viento soplaba con poca intensidad para facilitar la combustión ésta se activaba mediante grandes fuelles o barquines hechos con madera y pieles de animales que había que accionar manualmente para suministrar el aire necesario. Pero, además, el mineral, una vez reducido se sacaba del horno, se llevaba sobre un yunque y se golpeaba con pesados martillos para quitarle las escorias y compactar el metal, tareas ambas que suponían un gran esfuerzo físico, por lo que, una vez instalados a la orilla de los ríos y conocida la rueda hidráulica se  utiliza su fuerza motriz para mover los barquines y a la vez que se construyen, para machacar el hierro, los martillos, mazos machucos que después veremos, ahora vamos a centrarnos en la primera de las fases, la reducción del mineral o fundición propiamente dicha.

   Para ello se cargaba el horno o crisol con capas alternativas de mineral muy rico en hierro, generalmente en forma de óxidos que se solía encontrar en filones a ras de tierra conocidos a la perfección por los lugareños y capas de carbón vegetal manteniendo la siguiente proporción por colada: para obtener una cantidad de hierro dulce de 150 Kg. Se necesitaban 450 Kg. de mineral de hierro y 675 Kg. de carbón vegetal alcanzado una temperatura de 1.200-1.300º y durando el proceso de reducción unas seis horas. Las coladas se hacían de forma sucesiva sin apagar el horno,

por lo que era necesario el trabajo a turnos, incluso en domingos y fiestas de guardar, aunque no se hacía colada, el horno permanecía encendido. Como se puede apreciar era muy elevada la cantidad de carbón vegetal, material que se elaboraba en el propio monte con raíces de uz o madera de roble o castaño.

   A tal efecto  se hacía un hoyo en el terreno, que habría de ser ligeramente inclinado,  de entre 0,5 y 1 m. de profundidad y 2 m. de diámetro. Se comienza colocando en el centro del referido hoyo un montón de leña seca y pequeñas astillas para encender el fuego, A continuación se van colocando todos los maderos mayores, seguidos de los medianos y por último los más pequeños, todo ello en forma de cono. El fuego se va propagando de adentro hacia afuera y ya cuando todo el montón está candente se procede a taparlo con tierra evitando que queden respiraderos para que la madera no combustione totalmente sino que sufra un calentamiento a unos 700º aproximadamente produciéndose así la carbonización. De esta forma se deja el resto del día y toda la noche, cuidando que no se produzcan chimeneas por el motivo anteriormente expuesto, y a la mañana siguiente ya está la carbonera lista para ser destapada, apagar los carbones que aun estén encendidos y una vez llenado en sacos llevarlo en caballerías a los logares de consumo. Este proceso que se desarrolló de forma intensiva durante largo tiempo dio lugar a la deforestación de los bosque próximos a las ferrerías.

   Volviendo al tema de las ferrerías, don Luis Adaro y Magro (Gijón 1849-1915), en su obra “Criaderos de Hierro en Asturias” contabiliza unas 50 en toda la provincia según el mapa topográfico de Schultz, de la cuales  44 están en el occidente y entre ellas dos en términos de lo que es hoy el concejo de Villayón, en las aldeas de Bullimeiro y Lendelforno, -(circunstancia ésta en la que hemos fundamentado el titular del presente artículo)-, ambas a orillas de río de Bullimeiro, que al unirse al Carbonel forman el Polea.

   Esta técnica productiva aquí expuesta,  aunque aparentemente sencilla, requería de un conocimiento guardado celosamente por los “ferrones” que así se llamaba a los maestros en este oficio, por cuyo motivo gozaban de cierto prestigio y reconocimiento de la sociedad de su entorno. Eran los “ferrones” a su vez, hombres de gran talla y envergadura capaces de manejar grandes pesos en las largas jornadas de trabajo.

   Vista ya la primera fase del proceso, la siguiente consistía, como ya se ha mencionado, en machacar el metal resultante quitándole las impurezas o escorias y dejarlo en forma de barras o lingotes, para lo cual fueron ideados los martillos, mazos o machucos, que por los tres nombres son conocidos.

   Eran éstos unos ingenios hidráulicos emplazados en las mismas “ferrerías” o muy próximos a ellas, aprovechando parcialmente el caudal de un río o arroyo mediante una sangría en el río hecha con piedras, palos y ramaje y la conducción mediante una presa de forma que se fuese ganando altura, o sea, el mismo sistema de captación que el empleado en los molinos harineros a diferencia que en al final de dicha presa se construiría un gran depósito elevado sobre el resto de la instalación en unos 3 m. llamado “banzao” o “camarao” de forma tal que la energía potencial del agua en caída sea capaz de mover eficientemente la rueda hidráulica, controlando el caudal de salida mediante una válvula lo que facilita regular la velocidad de giro de dicha rueda que está construida en madera de roble con un diámetro de unos 2 m., y una anchura de 15 ó 20 cm., colocada al canto y provista en su perímetro exterior de 16 paletas sobre las que impacta el chorro de agua que le imprime el movimiento rotativo. De su centro parte en sentido horizontal el eje que es un madero de roble redondeado, de unos 60 cm. De diámetro y 3-4 m., de largo, reforzado con anillos de hierro para impedir que se resquebraje. De él sobresalen unos dientes o levas, cuatro en total situados a 90º llamados “manobreiros” que al girar percuten sobre el extremo del mango del martillo imprimiéndole un movimiento de sube y baja que le permite cuatro golpes cada giro. Este mango es también de madera de robre, de unos 40 cm. De diámetro y 3 m. aproximadamente de longitud, apoyado sobre un eje central uno de sus extremos percute contra los “maniobreiros” y en el otro va sujeta la pieza que da nombre al ingenio, o sea, el martillo o mazo que es de hierro y pesa entre 150 y 200 Kg.  golpeando sobre un yunque también de hierro sujeto a un cepo de madera   enterrado en el suelo. Con estos ingenios se procedía a estirar el metal para posteriormente ser llevado a las fraguas o “forxas”.  Julio Caro Baroja en su obra “Los Vascos” dice: “Parece probado que los que a comienzos del siglo XVI introdujeron los martinetes de agua en España fueron Marcos de Zumalabe, vizcaíno de Valmaseda y el milanés Fabricario…”, se procedía a estirar el metal para posteriormente ser llevado a las fraguas o “forxas”.

   Como la energía era proporcionada por el caudal de los ríos y arroyos algunas de estas instalaciones se veían obligadas a suspender su funcionamiento en época estival por la escasez de agua.

   Su sistema de explotación eran variados. Algunas pertenecían a algún monasterio que las solía arrendar a profesionales, otras eran de más de un dueño y en este caso su explotación se llevaba a cabo por riguroso turno de “veceras” en función de la cuota de propiedad que cada uno tenía sobre ella. La plantilla a emplear oscilaba entre los 5 y los 10 empleados, según el volumen de producción.

   En el Catastro de Ensenada (1749-1753) figura en la parroquia de san Bartolomé de Parlero, anexa a la de San Salvador de le Montaña lo que sigue: “…el mazo que dice de las Cárcabas propio de Domingo Fernández vezino de Villayón y de otros tres vecinos de las Cárcabas, de una fragua con un mazo de espalmar yerro que trabaja dos mesesw, regulan de utilidad por esta razón al espresado domingo treinta reales y nada a los mas interesados porque por su propia pobreza no trabajan asi los dueños como el llevador de la octava parte de la que es dueño Dn Domingo Antonio Cernuda, presvitero de Miudes...”

    “Ay asimismo en la paroqhia de Villayón una erreria para la fábrica de yerro propia del Marqués de Santa Cruz construída sobre el río de Arbón(*) que trabaja quatro meses al año por lo que le consideran de utilidad mil y cien rs de vellón. Ay en dha parroqhia un mazo de tirar yero propio de Dn Juan Fernandez vezino de los Lagos a quien regulan por utilidad de este artefacto ziento y cincuenta rs de vellón…”.

   El término “ferrería” se aplicaba de forma genérica tanto a la función de reducción o fundición del mineral como a los mazos y fraguas que son los tres elementos que, de forma sucesiva contribuyen a desarrollar este tipo de siderurgia primitiva y cuyo vocablo ha influido notoriamente en la toponimia de los lugares en los que se emplazaban a lo largo de nuestra geografía regional y así encontramos nombres como: Mazonovo, Mazoveyo, Los Mazos, Ferreirela, La Ferreiría, etc. 

 .Y por último llegamos a las fraguas o “forxas” que son el último taller, en su mayoría  unipersonal, donde el maestro herrero o “Ferreiro” confiere al metal el acabado final, calentándolo a temperatura de forja, dándole el temple o dureza necesarios y transformándolo, con la ayuda del yunque y el martillo de herrero en herraduras, rejas de arado, herramientas, enseres del hogar y sobretodo  en clavazón apara la construcción de casas como para la construcción naval. Para distribuir la producción hacia los puntos de consumo hacían uso de las recuas de arrieros que llevaban el producto hacia la meseta y a los astilleros.

   Las instalaciones para las tres fases del ciclo productivo, ferrerías, mazos y fraguas solían estar bastante agrupadas ya que se iban complementando entre ellas, así en el concejo de Boal llegó a haber  una ferrería, ocho mazos y ciento noventa herreros.

   Tomando nuevamente referencia del Catastro de Ensena, -mediados del siglo XVIII-, con relación a los herreros, nos encontramos lo que sigue:  “…ay nueve herreros, uno Francisco Méndez, otro Clemente Rodríguez, otro Joseph Fernández de Ochoa, otro Domingo López vezinos dela parroqhia de Villayón, Pedro de Alva, Alvaro García, Juan García, este vezino de Argolellas y los dos antezedentes de la de Pontiziella, Joseph García que lo es del de Honeta y Domingo Suarez de el de Valle a los que consideran ocupados quatro meses al año por acudir los otros ocho a la labranza del campo y en cada uno de los días que exercen dho oficio les contemplan de producto tres rs de vellón…”

   Las fraguas en este concejo se mantuvieron activas hasta las últimas décadas del siglo pasado, siendo algunas de carácter particular para satisfacer las necesidades propias de la familia, pero la mayoría de ellas eran de carácter comercial, distribuidas a lo largo de todo el concejo. Así recordamos, entre otras, la de Francisco Marcos en Valdedo, José Alba y Jaime Suárez en Villayón, Jaime Alba en Arbón, casa Paredes de Los Lagos y las muy activas de Las Berrugas y Las Cárcobas famosas por la fabricación de “focinos” (hoces) que no solo comercializaban en su zona, sino que lo hacían también hacia el vecino concejo de Tineo.

   Es de destacar la buena disposición de alguna familia propietaria que, a pesar del desuso de esta fraguas, tuvieron la feliz idea de ejercer sobre ellas una adecuada restauración, como es el caso de la familia Mingusuarez de Castanedo, sin duda una buena forma de preservar su existencia.

   No quisiéramos terminar este relato sin antes hacer una razonada consideración. Se trata de plantear lo conveniente que, a nuestro juicio, resultaría la creación de una ruta de senderismo a los emplazamientos que ocuparon las ferrerías y, aunque los vestigios existentes ya no sean muy significativos por su grado de conservación, darlas a conocer “in situ” mediante paneles informativos. La idea está en el aire, ojala alguien la recoja y la lleve a buen término.

                                                                                              Juan Suárez Gómez.

 

3. EL HIJO QUE SE FUE

 

            Es noche de Nochebuena,

está muy triste, callada,

solo suena en los cristales

el aire y la granizada.

            Mi mujer hizo la cena

mientras muy triste lloraba

que no ha tenido carta

del hijo que está en la Habana,

pues siempre por estas fechas,

giro y carta nos mandaba,

que era como aquél maná

que habla la Historia Sagrada,

que aún era más apreciado

por saber quien lo mandaba.

            Mi mujer pone la mesa,

en silencio, preocupada.

            También le pone un cubierto

a aquel hijo de La Habana

y es que sigue entre nosotros

en ilusión concertada.

            La madre le habla al plato

como si al hijo le hablara:

            ¿Cómo te va por allá

en la tierra americana?

            ¿No te oprime el corazón

por Asturias la nostalgia?

            ¿No escuchas entre las brisas

a tu madre que te llama

que de tanto que te quiere

se ha quedado marchitada

como planta de una cueva

a quien el sol le faltara?

            No puedo tomar café

sin que mire a tu taza

que está en la alacena

siempre reluciendo blanca

como brilla tu recuerdo

en esta cabeza cana,

que de tanto que en ti piensa

se va a poner trastornada,

como quedo la "Perica".

            ¿Recuerdas aquella cabra

que se quedó entristecida

cuando al cabrito llevaran

metido en aquel camión

que a Madrid lo transportaba?

            Por eso al verse tan sola

la "Perica" desdichada,

balaba de peña en peña

sin que nadie contestara.

            Solo el eco devolvía

el quejido que lanzara.

            Era como si el destino

de una madre se burlara.

            La pobre murió de pena

con una última llamada.

            yo también te llamo a ti

y no me respondes nada.

            Tú también te fuiste lejos;

aquel barco te llevaba...

            Para pagar tu pasaje

vendió tu padre la vaca

y empeñó la mejor tierra

la que más maíz nos daba,

pues fue su sueño dorado

el mandarte a La Habana,

sin soñar que fueras rico

de los que pasean en "haiga".

            Quería que un caserío

en la marina compraras

para no terrar las tierras

que se marchan en riadas

y dejan al descubierto

unas rocas descarnadas

que hay volver a tapar

de tierra con mil cestadas,

y quien sabe si al terminar

con las fuerzas ya agotadas

aparecen nubarrones

augurio de las tronadas

que se desatan en lluvias

volviendo las arroyadas

que deshacen el trabajo

de estas gentes agotadas.

            Tú bien sabes cómo es

la vida de estas montañas

pues subiste haces de hierba

de profundas encañadas

y recorriste los riscos

de pastor de nuestras cabras,

y vareaste por noviembre

los montes de las castañas,

mientras alegre en el árbol

cantabas asturianadas,

que llenaban de  alegría

los valles y las cañadas

y dos vidas muy felices

que sin ti son desgraciadas.

            Si no puedes ayudarnos

desde esas tierras lejanas

ya sabes que aquí te esperan

estas tierras asturianas

y dos vidas que hoy son mustias

volverán a ser lozanas,

sonrosadas de alegría

como jugosas manzanas,

pues tu voz es talismán

que anima nuestras montañas.

           

Montañas de la Costa Verde,  Benjamín López González (1947-1964), Boal.

 

4. ALGUNAS FOTOS

 

La presentación y el pregón a cargo de la alcaldesa de Les Regueres

La Eucaristía y la sesión vermouth