SIGLO XXI
La Nueva España
VILLAYÓN |
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Artículos interesantes aparecidos en
el diario La Nueva España sobre el ayuntamiento de
Villayón |
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Por Eduardo Lagar
En 1996, la carretera entre Navia y Villayón topó en
Arbón con el rechazo vecinal y la obra se quedó a medio
camino. Es, para muchos, la imagen de un concejo que,
aunque mejoró el estado de sus pistas y la
electrificación, no ha conseguido dotarse de servicios
públicos que eviten la «mortífera» atracción demográfica
que está generando el vecino y potente concejo de Navia.
Así que vienen ustedes
a tomar el pulso a Villayón... ¿Qué pulso?
¡Esto está en coma!
Es un cliente del
restaurante Casa Nito, en Villayón capital,
que se mete en la conversación, bombardea y
luego elude entrar en más detalles. Ni
quiere identificarse ni meterse en más
berenjenales. Sigue tomando su refresco,
pero mordiéndose la lengua.
Otra escena. Ésta
se desarrolla al entrar en el centro de
salud, unos cien metros más arriba. Cuando
los periodistas se identifican y explican a
qué diantres se han presentado en Villayón,
se escucha desde la consulta del médico una
pregunta cargada de ironía: «¿Pero cómo han
logrado encontrar esto, si no aparecemos en
el mapa?». Quien interpela es la doctora
María Jesús Argüelles, que hace un
diagnóstico no menos desolador pero sí más
esclarecedor: «Cuando yo llegué, en 1990, en
el colegio tenían que hacer dos turnos para
comer. Hoy se juntan todos y hay silencio en
el comedor. Además, en todos estos años sólo
se ha construido un edificio de pisos en la
capital, y no precisamente por la ayuda que
le prestó el Ayuntamiento. Esto es el
inmovilismo y marcha atrás».
Son las imágenes
que resumen las dos líneas fundamentales
sobre las que discurren las reflexiones de
los numerosos vecinos de Villayón
consultados para este reportaje. En primer
lugar, Villayón está marcado por un acusado
despoblamiento. Es un municipio sustentado
por un sector ganadero en reconversión y,
además, «succionado» por la potencia
industrial del vecino concejo de Navia. En
segundo lugar, se deja notar mucho más que
en otros concejos vecinos el peso que ha
adquirido en la vida cotidiana la gestión de
Ramón Rodríguez, un alcalde del PP de 65
años y que lleva 26 en el cargo. Es una
gestión en la que se primó, según sus
críticos, la «política del cemento» y
reparación «preelectoral» de caminos frente
a la búsqueda de nuevas alternativas de
futuro para un municipio situado
geográficamente en el bajo Navia, a sólo
17,5 kilómetros de la villa naviega.
No hay
Casa de Cultura, ni
polideportivo, ni biblioteca, ni
centro para mayores, ni parque
infantil. Sí hay viviendas
sociales, aunque hay dos por
adjudicar desde hace tiempo.
Tampoco hay suelo industrial.
Esta última carencia ha hecho
que dos de las tres empresas del
municipio (una carpintería y un
almacén de materiales de
construcción) hayan ampliado sus
negocios en otros concejos.
Además, el centro de salud está
pendiente de reforma, pues,
según subraya el propio regidor,
no cumple los requisitos. Ramón
Rodríguez, que gobierna desde
hace dos décadas y un lustro,
precisa que todas estas
dotaciones están en proyecto y
que algunos servicios, como el
polideportivo o el centro para
mayores, serán una realidad en
los próximos meses.
Son obras
que precisan del auxilio de los
Presupuestos regionales, en
manos del PSOE-IU. Por ello el
Alcalde apunta que, aunque
consigue ayudas de algunas
consejerías, «hay cosas que se
las dan a los de su color
político, eso no hay duda».
Por si
esto fuera poco, las carreteras
tampoco ayudan. La vía entre
Navia y la capital municipal
está sin arreglar desde 1996 a
su paso por Arbón a causa de las
protestas vecinales contra una
variante que cruzaba una fértil
vega afamada por sus «fabas». De
la capital arriba, los accesos
se retuercen. Para retratar su
estado, los vecinos repiten que
en Puente Polea, por la AS-35
hacia Boal, es costumbre que
algún camión se quede atascado.
Recientemente le pasó a la
orquesta de la fiesta de Las
Virtudes. La romería consistió
en sacar al vehículo del
atolladero.
Con el
mapa en la mano parece que
Villayón está pegado a la costa
floreciente, pero la distancia
psicológica que muestran sus
vecinos, las expectativas que se
palpan en el puñado de
emprendedores de la zona, lo
equiparan a uno de los «remotos»
municipios de la parte alta del
río.
El río de
leche se seca
A partir de los años
sesenta, cuando el
concejo alcanzó su
cima poblacional
(5.335 habitantes),
Villayón comenzó a
vaciarse. Hoy quedan
1.771 vecinos,
aunque los
residentes reales
superarían por poco
las 1.500 personas.
Las causas
principales de esta
situación se atisban
en una conversación
con los ganaderos de
Valdedo Juan Antonio
Fernández, padre e
hijo. El padre dice:
«Villayón siempre
fue un río de leche,
pero hoy ya no es
así». Desde 1998, la
cabaña de vacuno de
leche, formada en la
actualidad por 2.976
reses, se ha
reducido un 34 por
ciento y han cerrado
112 explotaciones
lecheras. Las
explotaciones
cárnicas, no
obstante, se
mantienen, incluso
crecen ligeramente.
De 120 se ha pasado
a 129 ganaderías de
carne.
El hijo de Juan
Antonio Fernández,
del mismo nombre y
con formación
universitaria –cursa
un máster en gestión
y dirección de
cooperativas y pymes
agroalimentarias–,
incide en la otra
fuerza económica que
actúa sobre Villayón.
Y esa fuerza se
llama Navia. «Esto
ya es un satélite
del concejo naviego.
Aquí no hay
servicios. El
Ayuntamiento y poco
más. Por lo menos la
juventud tenemos esa
ventaja: Navia, que
es una isla en
Asturias donde hay
mucho trabajo, en la
papelera, los
astilleros, Reny
Picot... , funciona
muy bien. Sólo hay
que ponerse en esta
carretera y ves
subir a coches de
seguido. Es gente de
aquí que trabaja
allí».
Los que no tienen
ganadería trabajan
en Navia o sus
cercanías y suben a
dormir a Villayón.
Pero ya no es tanto
como era. «El
movimiento ha bajado
mucho, muchos de los
jóvenes que bajaban
a trabajar ya
compraron piso en
Navia. Sólo suben
los que quedan, y el
fin de semana vienen
“los desertores del
arado”, como dice mi
marido de los que
marcharon hace años
del concejo».
Esto lo cuenta María
Bonita Díaz Cancio,
ganadera y
propietaria de la
casa de turismo
rural El Teixo, en
Valdedo. Forma parte
del grupo de mujeres
emprendedoras que
inauguran un sector
turístico al calor
de las subvenciones
del plan Proder.
«¿Qué futuro hay
para Villayón? El
turismo, no veo
más», reflexiona
María Bonita Díaz.
Pese al
golpe
psicológico
que
supone
la caída
poblacional,
este
grupo de
emprendedoras,
que
están
creando
una
asociación
de
hostelería
y
turismo,
confía
en la
potencialidad
de un
concejo
de
encantador
paisanaje
y
también
con
paisajes
cargados
de
encanto,
entre
los que
sobresale
la
cascada
de Oneta,
declarada
monumento
natural.
Es, sin
duda, la
joya
paisajística
de
Villayón,
el
paraje
más
visitado.
Además,
también
con
potencial
para las
actividades
náuticas
o la
pesca,
está el
embalse
de Arbón,
donde
cada
verano
entrena
la
selección
española
de Remo.
En
Villayón,
que
también
es un
paraíso
para los
estudiosos
del
asturiano
por su
diversidad
lingüística,
hay
recursos
para
abrir un
nuevo
futuro.
«Pero el
Ayuntamiento
ayuda
poco o
nada»,
añade
Luisa
Méndez,
que
regenta
un
apartamento
rural en
Parlero.
Esta
última
apreciación
abre
otro de
los
asuntos
que han
marcado
la vida
del
concejo
en las
últimas
décadas:
la
longeva
gestión
del
alcalde
Ramón
Rodríguez,
que
junto a
Manuel
Bedia (Navia)
y
Roberto
Pérez
(Belmonte)
conforma
el
triunvirato
de
regidores
más
veteranos
de
Asturias.
Es un
asunto
harto
espinoso
y muchos
descontentos
con su
gestión
hablan,
pero
prefieren
mantener
el
anonimato.
Josefina
Otero,
vecina
de
Busmente,
regenta
en
Villayón
los
apartamentos
rurales
La
Ermita.
Detalla
críticas:
«Creo
que el
concejo
tiene un
buen
futuro
turístico.
Está
virgen
completamente,
sin
descubrir.
Pero el
Ayuntamiento
no
señaliza
rutas,
no
limpia
senderos.
Aquí,
sólo
cemento
y
hormigón.
No
tenemos
biblioteca,
nada.
Hasta
Illano
tiene
piscina
municipal,
y van
todos a
ella.
Pero,
como
dicen en
mi
pueblo,
a quien
dice la
verdad
péganye».

«Péganye» o, lo que es lo mismo, el hormigón no llega a la puerta de casa del crítico. Este periódico ha comprobado como al menos en dos casos de vecinos significados políticamente con la oposición municipal la reparación del camino se ha quedado a unos metros de sus domicilios. ¿Intencionado o pura casualidad?. «Yo soy apolítica», subraya Josefina Otero para desvincular sus desacuerdos de cualquier afiliación partidista. No obstante, asegura, el hormigonado se paró a cien metros de su casa de Busmente.
El alcalde, Ramón Rodríguez, rechaza estas acusaciones y justifica sus inversiones en la necesidad de mejorar los accesos de un concejo de complicadas características orográficas y en que si su gestión suscitase el amplio rechazo que proclaman sus críticos «no tendría al 80 por ciento de los vecinos exigiéndome, no pidiéndome, exigiéndome que vuelva a presentarme. Ya anuncié mi intención de retirarme, pero ahora estoy pensándolo», indica.
Sobre el hormigonado con criterio ideológico explica que «el camino llega a un sitio u otro según las necesidades, por un acuerdo plenario en el que están todos representados. Al que no le tocó dice que es por simpatía con unos o con otros». Como ejemplo de total ecuanimidad, añade: «Yo tengo que decir que este año hemos arreglado un camino de una localidad en la que el PP no recibe ni un solo voto. No voy a dar el nombre porque no quiero que salga. No sé cómo me achacan esto».
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Por Fermín Rodríguez y Rafael
Menéndez
Los expertos del CeCodet (Centro de Cooperación y
Desarrollo Territorial de la Universidad de Oviedo)
analizan el concejo de Villayón, al que definen como «un
paisaje amable en el traspaís costero y paisaje de otro
mundo en el Sur, que ofrece a la vista la resistencia
enconada del mundo rural, que aguanta tanto fin
anunciado, incomprensión y olvido».
El municipio es un mar
rizado de prados contenidos en el amplio y bajo Navia.
Urge cambiar la mentalidad, mejorar los accesos y, sobre
todo, los servicios
Pongamos que usted entra en
Villayón por el Alto del Segredal. Antes habrá recorrido
una maravillosa carretera recién asfaltada que le habrá
llevado desde la villa de Luarca hasta la mágica aldea
de Belén. Desde ahí la cinta sigue, aún más estrecha y
en peor estado. Pero no importa, uno cree estar
ascendiendo por la ceja de selva peruana, pues la
vegetación todo lo cubre, el cielo es verde y huele a pitolín. Cuando estamos dispuestos a creer que el
próximo indicador dirá Machu Pichu, de repente el cielo
verde se abre y una vertiginosa ladera, que apenas si
puede sostener la carretera, aparece alisada por
cuidadísimas praderías. Ahora el olor es el rancio
dulzor de la hierba verde fermentada en plásticos, que
como banderas nepalíes ondean al viento sobre los
árboles o se prenden en cualquier parte. Desde Degollada
hacia arriba la cuarcita está a flor, sólo la cubre un
pobre suelo deforestado y los 700 metros de altitud del
Segredal permiten echar un último vistazo al mar de
Valdés, a 10 kilómetros en línea recta y a algo más del
doble por la sinuosa carretera, que luce mejor sin las
cuchillas metálicas, aún no instaladas. De frente y
hacia abajo, otra civilización, la que cuida Villayón,
un mar rizado de prados contenidos en el amplio y bajo
valle del Navia. Bajo porque está cerca del estuario que
hace en su desembocadura y porque el profundo
encajamiento deja al cauce muy hondo.
El
poderoso Navia ha hendido las blandas
pizarras y no ha podido con las cuarcitas
que lo ciñen como vigorosos contrafuertes
serranos, de poco más de 1.000 metros de
altura. Ellos albergan la lengua pizarrera
en la que se asienta la mayor parte del
intrincado concejo. Con aldeas en los
replanos de media ladera, ya sean rupturas
de pendiente apoyadas en rocas consistentes
o testigos de los antiguos fondos de valle,
hoy colgados como basculadas plataformas,
desde las cuales la pendiente se verticaliza
para ganar el fondo del arroyo más próximo.
Como ocurre en Oneta, dando lugar a las
espectaculares cascadas de La Pontiga, por
donde sólo los árboles y el agua se
descuelgan en espectacular barranca.
Dispersas por la lengua de pizarras, las
aldeas concentran el caserío y centran el
paisaje vivo. Paisaje ganadero con un
centenar de explotaciones de producción
lechera en el Norte y cárnica en el Sur.
Actividad ganadera que aguanta contra todo,
que se ha modernizado, que ha ganado tamaño.
250 explotaciones en total y casi 5.000
cabezas en un concejo que ha bajado de los
2.000 habitantes, pero que, como el resto
del mundo rural asturiano, mantiene vivos
los vínculos con la población originaria que
vuelve los fines de semana o en vacaciones.
Vínculos de enorme importancia para el
futuro de estos territorios.
La
población se reparte en más de 50 aldeas, de
las que la mayor, la capital, no llega a los
200 habitantes. Al Norte y abajo se
encuentra la mayor parte de los pueblos más
grandes: Busmente, Oneta, Arbón, San Pelayo,
Lendequintana, Valdedo, Ponticiella
La
capital, a pesar del tamaño aún
numeroso de la población del
concejo, es un pequeño núcleo
rural que depende de la oferta
de servicios de la villa de
Navia, bien dotada y próxima.
Apenas ha desarrollado
actividades terciarias y la
nueva oferta de actividades de
ocio y turismo se reparte por el
territorio concejil, como en
otras partes de la región.
Por
arriba, sobre las blancas
cuarcitas, crece poca cosa y,
además, las sierras de San Roque
y Carondio convergen para cerrar
la lengua pizarrera y dar
nacimiento a los ríos Cabornel y
Baradoria, a los que se asoman
un rosario de aldeas, una parte
de las cuales se colocan sobre
la entrada sur del concejo, la
carretera que viene del allandés
Bustantigo por Lendelforno y
Parlero.
Si el
acceso por el Este impresiona,
la puerta Sur sólo se abre a
corazones aventureros.
Impresionantes paisajes de otro
mundo, que ningún asturiano ni
nadie amante del paisaje debe
perderse y que personalizan el
sur del concejo. Paisajes
compartidos con Tineo y Allande,
propios de un territorio
espectacular, aislado,
impactante y desconocido para la
mayoría. Y estamos hablando de
que todo cabe en sólo 131
kilómetros cuadrados de
superficie. Para comprender cómo
Asturias es el conjunto de
muchas arrugas y en cada una hay
un gran y diverso mundo, hay que
venir a Villayón.
Por su entrada
Norte, poco más de
10 kilómetros
separan su capital
de Navia; es decir,
está cerca y bien
comunicada con un
potente centro
comarcal, pero
moverse en el
concejo es encontrar
y sentir otro mundo.
Una civilización que
respira aire puro y
se mueve, mucho y
bien, con un ritmo
tranquilo. Mucho,
pues los cuidados
campos son testigos
del continuo afán
campesino. Y bien,
pues la cabaña
ganadera se mantiene
en cifras, mejora su
calidad y se hace
más eficaz su
manejo, lo que
incrementa su
productividad.
Pero se necesita
gente joven, y ésta
se vincula a las
posibilidades de
futuro, de acceso a
la información, a
los estudios, a las
oportunidades
laborales, a la
oferta de ocio. Urge
cambiar la
mentalidad, mejorar
los accesos y, sobre
todo, los servicios.
Como en el conjunto
de Asturias, es
necesario un nuevo
enfoque de las
políticas sociales,
que deben orientarse
a facilitar el
aumento de los
nacimientos y la
atención a la cada
vez más numerosa
población anciana. Y
apoyar con más
decisión a los
pequeños
emprendedores
locales, en un
proceso que permita
el retorno de
población vinculada
o de nuevos
habitantes, como
está sucediendo ya
en la mayoría de los
concejos. Si estas
iniciativas se
articulan en
proyectos de ámbito
comarcal, pueden dar
paso, en el próximo
futuro, a un cambio
significativo de las
tendencias hoy
negativas. Es algo
que ya está
sucediendo en otras
partes de la región
donde hace quince
años nadie creía en
ello.
Villayón es una
joya, cuidada,
diversa, accesible y
diferente. Mantiene
el espíritu de la
civilización perdida
del gran Navia, pero
a escasa distancia
de la ciudad, a
través de la que hoy
se conecta con el
mundo, la villa de
Navia. Visitando
Villayón se ven
posibilidades de un
futuro mejor que el
que indican las
estadísticas, que en
el mundo rural a
menudo ocultan a las
personas.
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|
Por Eduardo Lagar
Un matrimonio establecido en Villayón ha encontrado en
el turismo ecuestre una nueva vía de desarrollo
económico. Inmaculada Adeba y su marido, Benito Garrido,
regentan la yeguada Albéitar, que ha logrado numerosas
distinciones nacionales e internacionales en la cría de
caballos de pura sangre árabe. Ahora diversifican y
abren un hotel rural donde ofrecerán alojamiento y
monta.
La reputada
yeguada Albéitar, de caballos árabes, abre
en Oneta un hotel rural para el turismo
ecuestre y encabeza un puñado de iniciativas
que buscan reactivar un concejo virgen
Villayón es un concejo
de vacas. Y, aunque sorprenda, también es un
municipio de caballos de pura raza árabe. La
yeguada Albéitar, constituida hace unas dos
décadas, ha conseguido situar a los
ejemplares criados en su finca de Oneta
entre los primeros puestos de campeonatos
nacionales e internacionales, tanto en
pruebas de carácter deportivo como de tipo
morfológico.
Albéitar, creada por el matrimonio formado
por la bióloga avilesina Ana Inmaculada
Adeba Vallina y el veterinario Benito
Garrido, ha abierto una vía, hasta ahora
inexplorada en el Occidente asturiano, para
la explotación como criadores de caballos de
pura sangre árabe. Una vía que les está
dando muy buenos resultados, a juzgar por el
palmarés que ya atesoran. Un ejemplo: en
1998 el Servicio de Cría Caballar y Remonta
del Ministerio de Defensa distinguió a esta
yeguada de Villayón por «la calidad de sus
reproductores y el proceder en beneficio de
la riqueza equina de España».
Pero ahora este matrimonio que también
regenta el albergue de Oneta –el lugar más
atractivo turísticamente en el concejo por
el interés que despierta la conocida cascada
del mismo nombre– está a punto de abrir un
hotel de tres estrellas y diez habitaciones
en la finca de 16.000 metros cuadrados donde
tienen las instalaciones de la yeguada. Es,
sin duda, el proyecto económicamente más
ambicioso de todos los que se han puesto en
marcha en el concejo de Villayón amparados
por la ayudas del plan de desarrollo rural
Proder, de cara a aprovechar los recursos
turísticos de un municipio que todos
consideran prácticamente virgen.
Cama para las cuatro patas
No será un
hotel cualquiera. La idea de
Inmaculada Adeba es aprovechar
la presencia de la yeguada –que
también posee asturcones y
caballos de deporte– para
ofrecer a sus huéspedes no sólo
rutas por la zona, sino también
la enseñanza de forma reglada de
todas las disciplinas ecuestres.
Y no sólo aprender a montar;
también ofrecen a los clientes
la posibilidad de alojar a sus
propios caballos en los boxes de
la yeguada.
Con este
hotel, con una ubicación
espectacular, dominando gran
parte de la zona baja del
concejo de Villayón, Albéitar
refuerza un sector de turismo
rural ecuestre, ya establecido
en otros países europeos, que ya
están desarrollando en el vecino
municipio de Boal los alemanes
Hubert y Sybille Kraker en el
hotel La Solana, donde ofertan
rutas con caballos propios y
también alojamiento para la
montura del huésped.
Caballos
sí, pero caballos montados por
turistas. El hueco que deja la
reconversión ganadera en la
economía municipal se trata de
llenar, en la medida de lo
posible, con la apuesta de
particulares por el turismo
rural, un sector en el que
Villayón fue pionero en la
comarca occidental asturiana a
mediados de los años ochenta sin
que esa semilla fructificase.
Hace 22
años, Emilio González abrió en
Arbón un camping en las
proximidades del embalse que hoy
ha pasado a manos de su hija
Beatriz, consolidando una
clientela fiel que garantiza su
pervivencia. Sin embargo, hasta
hace un par de años, cuando
llegó el plan Proder, apenas
había más turistas alojados en
Villayón que los que dormían en
el camping.
Angelita
Álvarez es una de las nuevas
emprendedoras de Villayón que
intentan hacer su aportación a
un nuevo futuro ligado al
turismo rural, la única
alternativa que ven.
Recientemente abrió unos
coquetos apartamentos rurales en
La Zorera, a la sombra de un
inmenso alcornoque de 400 años.
Es una firme defensora de los
encantos de su municipio.
Habla de Oneta, pero
también de la
sorprendente zona
alta de Villayón. No
obstante, reconoce
que tiene que luchar
con una imagen
preconcebida: «No
estamos alejados de
la costa; es
mentira. Estamos muy
pegados a la playa».
Justo a 17,5
kilómetros de la
villa naviega,
aunque con el
lastre, pendiente
desde casi una
década, de la mejora
de la carretera a su
paso por Arbón.
Pero para luchar
contra esa imagen de
lejanía y para dar a
conocer sus recursos
los nuevos
promotores
consideran que hace
falta promoción,
mucha promoción. Ésa
es una de las
razones por las que
se está
constituyendo una
asociación de
turismo. El pionero
del sector, Emilio
González, cuenta su
descorazonadora
experiencia: «No se
promociona nada el
concejo. Tanto es
así que hace tiempo
fui a Turismo, a
Oviedo, y una chica
que atendía me
preguntó dónde
quedaba Villayón».
Pese a todo, es un
fiel defensor de lo
suyo: «Taramundi no
tiene nada en
comparación con
esto».
Muchos de estos
pequeños empresarios
del turismo
reclaman, además,
mayor implicación
por parte del
Ayuntamiento de
Villayón en la
mejora de las
infraestructuras
turísticas o en la
búsqueda de ayudas
para su
recuperación. La
mayoría de los
emprendedores
consultados para
esta serie de
reportajes
subrayaron que la
corporación
municipal,
encabezada por Ramón
Rodríguez (PP) desde
hace 26 años, no se
ha volcado
precisamente con la
promoción turística
ni en la limpieza de
rutas o lugares con
encanto. «Aquí está
todo tapado»,
sentencia uno de los
integrantes de la
asociación. El
regidor asegura que
desde su sillón
municipal trabaja
«al máximo» de sus
posibilidades.
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Por Eduardo Lagar
La política es clave en Villayón. El prolongado mandato
de su alcalde Ramón Rodríguez, del PP, con 26 años en la
Alcaldía, divide al municipio, convirtiendo la crítica a
su gestión en asunto espinoso que se hace a media voz.
La política divide al
concejo, marcado por su alcalde, Ramón Rodríguez, que
lleva 26 años seguidos como regidor
María Lucía López Villar regenta
un bar-tienda en el pueblo de Parlero desde hace seis
años. Imparte esta clase magistral sobre el grave
impacto microeconómico que está teniendo sobre Villayón
la reconversión ganadera propiciada por la UE: «Las
ganaderías arrastraban mucho y ahora el abandono se
nota. Las mujeres que tenían vacas en casa gastaban
cinco pares de zapatillas al año y cinco pares que me
compraban. Ahora que ya no tienen vacas sólo me compran
un par al año». Insuperable.
Aunque el peso
de la ganadería aún es notable en Villayón –con casi
4.900 cabezas de vacuno–, la inexistencia de relevo
generacional para unos ganaderos más bien cincuentones
pinta una evolución económica y poblacional en declive.
Es un retroceso que se ve en el censo y se palpa entre
los jóvenes que emigran a trabajar y residir en Navia o
concejos aledaños de la costa, mucho más pujantes
industrialmente.
Sólo hay una
cosa que en el último cuarto de siglo siempre se ha
mantenido constante en Villayón: su alcalde, Ramón
Rodríguez. Vecino de Arbón, del PP, de 65 años, ya
anunció hace meses su intención de retirarse, ahora que
ha alcanzado la edad de jubilación. Sin embargo, también
ha manifestado recientemente que podría volver a
presentarse, «porque la gente no es que me lo pida, es
que me lo exige».
De hecho, la
mayoría de los votantes así se lo ha venido expresando
en las urnas desde que hace 26 años tomó el bastón
municipal que le traspasó José Pérez Suárez, con quien
había concurrido en la lista del CDS. En 1987 pasó al
Partido Popular. En las últimas elecciones municipales
obtuvo 879 de los 1.519 votos emitidos en el concejo.
Logró 6 concejales.
Un asunto
espinoso
El análisis de los
datos electorales conduce a un asunto que en
Villayón resulta espinoso y no siempre se
habla en alta voz. Vean. Con los 607 votos
que no recibió la lista del PP, la
Alternativa Independiente para Villayón (AIV)
obtuvo dos ediles y el PSOE un concejal,
aunque también fueron votados IU y PAS, pero
sólo por una decena de vecinos.
Jovita López Iglesias es una de esos ediles
de AIV y ésta es su explicación de los
resultados electorales positivos obtenidos
por el regidor: «Le voy a decir por qué gana
por mayoría. Primero, porque la gente mayor
del municipio tiene miedo a los cambios y,
segundo, porque él les oferta el arreglo del
camino o del corral a cambio de su voto; o
por el empleo de un hijo en el Ayuntamiento
y llena el Ayuntamiento de contratos
temporales». Esta edil independiente
considera que ese modo político de operar se
acerca más a la «extorsión» que a una
gestión democrática.
Coloquialmente, los críticos con la política
de Ramón Rodríguez se refieren a estas
actuaciones preelectorales como la
«operación hormigón». Subrayan que hay
caminos vecinales a casas de vecinos
críticos con la gestión municipal que no han
sido reparados. Daniel Ares, concejal del
PSOE en la Corporación de Villayón, refiere
el caso de un residente de San Pelayo «que
no se lleva con él» y a quien, según relata
este edil socialista, le fue suprimido a
posteriori el punto de luz que le había
correspondido en un arreglo de un camino
efectuado por la Consejería de Presidencia.
«Haciendo votos es muy bueno, un pulpo; pero
como alcalde es muy malo», sentencia. «Lo de
arreglar caminos de un signo u otro, hay que
admitirlo, todos lo hacen. Pero otra cosa
sería que el Ayuntamiento entrase a una
propiedad privada a colocar un punto de luz
o para hacer arreglos».
La
política es un asunto capital en Villayón
que, al menos ante el periodista llegado a
preguntar, se responde a media voz. Muchos
prefieren mantener el anonimato y explican,
con prudencia, que la «operación hormigón»
se complementaría con una supuesta
«operación pajarita» –nunca demostrada– que
consistiría en verificar cuántos vecinos
cumplieron su compromiso de votar mediante
una doblez peculiar hecha en el voto, que se
entregaría al elector en sobre cerrado y ya
confeccionado de esta manera para meter en
la urna. «Nosotros eso se lo hicimos ver el
día del recuento, pero nos dijeron que qué
estábamos diciendo. No, no hicimos ninguna
denuncia», apunta Jovita López. Así que la
«operación pajarita» nunca existió.
El regidor
desmiente todas estas
acusaciones. Sobre el asfaltado
de caminos subraya que se decide
en el Pleno –«donde están todos
representados»–, que no se puede
contentar a todos y que «al que
no le tocó dice que es por
simpatía con unos o con otros».
Ramón Rodríguez, al repasar los
logros de su gestión, subraya
que, en este cuarto de siglo, se
ha conseguido «carretera a todos
los caseríos» y la total
reelectrificación de un concejo
en el que «tenías problemas si
ponías un congelador o te ponías
a ordeñar con máquinas».
Por el
contrario, sus detractores
inciden en que Villayón es el
municipio menos dotado de
servicios públicos de su comarca
y que eso está acelerando la
fuga de la gente joven a residir
en otros municipios cercanos.
Villayón no puede compararse a
Navia. Pero sí en población a
los del resto del río arriba. La
lista de carencias es amplia:
instalaciones polideportivas,
casa de cultura-biblioteca,
parque infantil, nuevo centro de
salud, centro de atención a
mayores o piscina. Illano, con
500 habitantes, tiene piscina.
Pesoz, con 200 vecinos censados,
está construyéndose una casa de
cultura. También es verdad que,
de Navia arriba, gobierna el
PSOE, con lo que las
responsabilidades se reparten a
la hora de buscar administración
responsable de la ausencia de
unos equipamientos que siempre
precisan del auxilio económico
del Principado.
El muy
prolongado mandato de este
regidor popular le ha convertido
en un asunto clave en el
análisis del concejo de Villayón.
Para sus partidarios, todo va
bien. Sus críticos, concentrados
en la población más joven, le
achacan agotamiento político y
falta de brío para abrir una
nueva etapa en el municipio. De
hecho, él mismo ha llegado a
plantear públicamente la
necesidad de una renovación.
Pero aún no ha decidido si dará
un paso atrás.
Sólo el
socialista Roberto Pérez, en
Belmonte, y el popular Manuel
Bedia, en Navia, le superan en
años al frente de una alcaldía
en el Occidente. Ramón Rodríguez
quita importancia al asunto de
la longevidad: «Puede parecer
que soy un dictador, pero no es
el caso. Somos un equipo, todos
opinan. De hecho, no hace falta
someter nada a votación».
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Por Eduardo Lagar
Termina con esta entrega de la serie «Asturias Siglo XXI»
el recorrido por los municipios interiores del Navia. El
plan de desarrollo rural «Proder» es uno de los
elementos que más han contribuido, en diferente medida
según cada concejo, a perfilar nuevas economías en esta
comarca tradicionalmente mal comunicada. Germán Campal,
gerente del «Proder», hace balance del programa.
El plan de desarrollo del
Navia-Porcía, que entra en su fase final, anota, entre
sus logros principales, la ruptura de una mentalidad
fatalista para sustituirla por emprendedores con
«autoestima»
El Ayuntamiento de Avilés lleva
gastados ya 62.000 euros en una campaña publicitaria
para dar autoestima a los avilesinos y que tengan un
«sentimiento positivo y de orgullo hacia su ciudad».
Según su gobierno municipal, estos ciudadanos del centro
de Asturias necesitan elevar la confianza en sí mismos.
Entonces, cabría suponer que cualquier asturiano del
profundo y mal comunicado valle del Navia precisaría, lo
menos, tres campañas y una caja de Prozac. No tanto.
Germán Campal
Fernández, gerente del segundo plan de desarrollo rural
«Proder» del Navia-Porcía, anota, entre los logros del
programa, la ruptura de una hegemónica mentalidad
fatalista en el Noroccidente y el surgimiento de
emprendedores confiados en su propio futuro. El «Proder
II» cierra este año 2006 su ventanilla de solicitud de
ayudas, aunque continuará hasta 2008 gestionando los
proyectos y las subvenciones aprobadas. Campal hace
balance de un programa de desarrollo rural dotado con
15,2 millones de ayudas públicas, el mayor de Asturias y
entre los más cuantiosos de España. Éstas son sus
claves:
· No te
lamentes. Campal es un lavianés que, antes de gestionar
el «Proder» del Navia-Porcía, trabajó como agente de
desarrollo local en el Oriente, en concejos de interior
como Peñamellera Alta o Cabrales. «Eran también zonas
muy rurales, pero aquí encontré una actitud y un
sentimiento diferente: se infravaloraban, parecía que lo
único que quedaba era lamentarse». Era costumbre del
vecino, pero también del Alcalde. «Al principio, la
gente se quejaba de lo que se había logrado en los Oscos,
pero no veían las posibilidades de ser como los Oscos.
Hoy, esa actitud está cambiando. Empiezan a darse cuenta
de que el futuro depende de ellos, que nadie se
presentará a la puerta de su casa con 10.000 millones
para sacarlos de pobres».
Los
neorrurales: «Otro fenómeno importante en
esa recuperación de la autoestima son las
iniciativas de la gente de fuera que vienen
aquí a hacer su vida. Eso ha hecho ver a los
naturales que si los de fuera vienen es que
hay posibilidades en esta comarca».
·
Equilibrio Norte-Sur: «Hay unas diferencias
grandes, en la comarca, entre los concejos
del interior y la costa. Fue uno de los
objetivos que nos planteamos: contribuir a
corregir ese desequilibrio entre Norte y
Sur, como decimos nosotros, entre los
concejos del interior y la costa. Es algo
que se repite en otras comarcas asturianas,
pero aquí está muy marcado. La costa tiene
más servicios y una cierta actividad
industrial, sobre todo Navia. Además, en los
concejos del interior, había grandes
dificultades de comunicación, tanto entre
ellos mismos –entre Navia y Grandas hay hora
y media de carretera– como entre ellos y el
centro de Asturias. Desde el “Proder” poco o
nada podemos hacer para mejorar la
comunicaciones, pero nos planteamos que sí
podíamos hacer algo para corregir esos
desequilibrios socioeconómicos. Primamos,
con un porcentaje mayor de ayudas, las
iniciativas que surgían en la zona alta,
pero sin desatender a la costa. En proyectos
en apoyo del sector turístico los
desequilibrios son mínimos entre ambas
zonas, costa e interior».
·
En el espejo del vecino. «Antes de este
programa tuvimos el “Proder I”, que puso en
marcha iniciativas puntuales que tuvieron
éxito, y el valor que tuvo es que actuaron
como “efecto espejo”. Es un efecto
fundamental, puesto que resulta clave ver
que tu vecino ha puesto en marcha un negocio
y le va bien. El “Proder I” también sirvió
para hacer el plan del parque histórico del
Navia, en 2002, que fue un proyecto
innovador, no había otro igual ni en
Asturias ni en España, pero que luego estuvo
cuatro años guardado en un cajón porque no
había dinero. Nosotros retomamos el
proyecto, lo incorporamos al Principado y
conseguimos arrancarlo».
Por concejos. Pese a su diminuto tamaño
poblacional, Pesoz, con 200 vecinos, es uno
de los municipios incluidos en este «Proder»
Navia-Porcía donde más iniciativas privadas
han surgido en relación al número de
habitantes, subraya Campal. El gerente del
plan de desarrollo es de los que creen que
«el mejor agente de desarrollo de un concejo
es su alcalde» y pone como ejemplo la
actuación de José Valledor en Pesoz en la
promoción de iniciativas, todas vinculadas
al turismo rural. «Pesoz tiene un valor
añadido, que es paso obligado para los Oscos»,
añade. En iniciativas privadas se quedó
descolgado Illano y también Villayón, pues,
aunque ha brotado una oferta de turismo
rural promovida por particulares, el número
de proyectos no se corresponden con su
número de habitantes. Germán Campal apunta
que Villayón es «el gran olvidado de todo el
Occidente». Tiene en contra su ubicación
geográfica: no queda de paso. «Hay que ir a
posta e, incluso, hasta resulta difícil
llegar». Y como ejemplo apunta que en Navia
no existía un indicativo desde la carretera
general que condujese al concejo. Pese a
ello, el gerente del plan «Proder» Navia-Porcía
cree que «Villayón es un concejo con gran
potencial por sus recursos naturales, que
tienen un grado de conservación muy alto.
Las iniciativas no son muchas, pero Villayón
está empezando a despertar». Entre los
proyectos previstos al calor del «Proder»
también está un centro de interpretación de
los paisajes de montaña.
Un futuro
forestal y de industria
agroalimentaria. «Lógicamente,
el desarrollo de la comarca será
un proceso muy lento. En el
“Proder I” se puso la base para
el desarrollo de un sector
turístico, que se desarrolló con
este segundo “Proder”. La
oferta, sin saturar, llegó a
unos niveles que se esperan,
dado el potencial del
territorio. Pero en este plan,
también se inició un “efecto
espejo” para del futuro
desarrollo de otros sectores,
como el forestal o el
agroalimentario. En posteriores
programas, deberían ser los
sectores estratégicos, como en
éste fue el turismo».
· Tirarse
al río. «Y tenemos que abordar
una asignatura pendiente, que es
el aprovechamiento de los
embalses para ver cómo tiramos
del turismo. Hasta ahora, el
Navia se aprovecha para el
kilovatio. Y punto. Y es una
pena».
· La
comarca «culrural». «Lo que tira
del Oriente son, por resumir,
Llanes y los Picos, su
patrimonio natural. Pero aquí
hay un patrimonio cultural
impresionante. Esto, como yo
digo, es una comarca “culrural”
–cultural y rural– y el parque
histórico aprovecha esa
característica».
· Con una
curva de autovía. «Hay que tener
en cuenta la importancia que el
plan ha tenido en la creación y
mantenimiento de empleo. Y no
con una gran inversión. Al fin y
al cabo, con lo que cuesta hacer
una curva de una autovía,
creamos más de 200 empleos y
contribuimos al mantenimiento de
otros 400 empleos más».
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